El sistema de educación superior chileno ha aumentado de manera considerable la oferta de programas de posgrado.
“El conocimiento es poder. La información es liberadora. La educación es la premisa del progreso, en cada sociedad, en cada familia”. La frase del exsecretario general de la ONU Kofi Annan evidencia que contar con capital humano avanzado es primordial para que la población tenga una mejor calidad de vida y los países alcancen el desarrollo.
Se trata de profesionales con formación de excelencia en distintos ámbitos del saber, capacitados para dar respuesta a los desafíos que enfrenta la sociedad, tal como sucedió con el coronavirus o bien, con el cambio climático.
Consciente de ello, las universidades chilenas han desarrollado una interesante oferta de posgrados que buscan agregar a los programas tradicionales otros de vanguardia ligados a la tecnología de la información, que son altamente demandados.
“En la última década, el sistema de educación superior chileno ha aumentado de manera considerable la oferta de programas de posgrado. Estos programas abarcan hoy un amplio campo de saberes, tanto disciplinares como inter y multidisciplinares, y ofrecen orientaciones académicas y profesionales a sus postulantes”, explica el subsecretario de Educación Superior, Víctor Orellana.
En efecto, según el Barómetro de Aseguramiento de Calidad de la Educación Superior, elaborado por la Comisión Nacional de Acreditación (CNA), en 2022 en Chile se impartían 325 programas de doctorados; 909 programas de magíster; 385 especialidades médicas y 92 especialidades odontológicas.
Según el Informe 2023 de Matrícula en Educación Superior, elaborado por Servicio de Información de Educación Superior (SIES) y publicado en junio del año pasado, los programas de posgrado tuvieron una matrícula de 52.312 estudiantes, lo que significó una disminución de 4,2% respecto del año anterior.
El texto detalla que del total de programas impartidos, el 86,4% correspondió magísteres y 13,6% a doctorados. Respecto del tipo de programa, se observó que la matrícula de Magíster disminuyó 5,2% y la de Doctorado aumentó 3,3% en ese período, pero si se consideran los últimos cinco años, entre 2019 y 2023, la matrícula en Doctorados aumentó 17,5% y en Magíster 6,8%.
“Es posible sostener que la situación de pandemia puede haber generado condiciones que incentivó a la mayor realización de programas de Posgrado, considerando no solo el aumento de matrícula en programas no presenciales, sino que también de programas presenciales diurnos en 2022 y 2023”, señala el documento.
En este contexto, el subsecretario Orellana afirma que el objetivo es formar profesionales de vanguardia, con capacidad crítica, mejores competencias técnicas, más productivos y con potencial innovador.
“Es importante que estos profesionales se dediquen a perseguir el bienestar de las comunidades y la sostenibilidad económica y ambiental. En todo caso, la relevancia no sólo estriba en aumentar la productividad y facilitar la movilidad social de las y los profesionales, sino en hacer de las personas las protagonistas del desarrollo humano y sostenible de sus comunidades y territorios”, asegura.
El tema no es menor si se considera que Chile es uno de los países de la OCDE con menor número de investigadores, llegando a más de uno por cada 1.000 trabajadores, lejos del promedio del organismo ubicado en 9. Portugal, un país con cerca de la mitad de población que Chile, tiene alrededor de 11 investigadores por cada 1.000 trabajadores y Finlandia, 16.
Si bien es importante que más profesionales se interesen por cursar especializaciones, Diego Cosmelli, presidente de la Comisión Asesora de Postgrado del Consejo de Rectoras y Rectores de Chile (Cruch), explica que “contar con más capital humano avanzado en sí mismo no es suficiente. Para que efectivamente esto se traduzca en avances y desarrollos como país y como sociedad, debe ir acompañado de otros cambios que son más estructurales e incluso culturales”.
Uno de ellos es la necesidad de sumar al financiamiento estatal y universitario para Investigación, Desarrollo e Innovación (I+D+i), la inversión del sector privado. Es que en Chile no solo se invierte una baja fracción del PIB en I+D+i (en torno al 0,36%), sino que además el porcentaje que viene del sector productivo es un tercio, mientras en países desarrollados suele ser el doble.
En esta línea, Diego Cosmelli —también director de la Escuela de Graduados de la Pontificia Universidad Católica de Chile— comenta que “si se considera que uno de los factores que está afectando la productividad de nuestro país es justamente la desaceleración de la productividad en grandes empresas, que este sector invierta en formar e incorporar capital humano avanzado, y en desarrollar capacidades de I+D+i es clave para que se traduzca en desarrollo social, económico y cultural”.
“La experiencia internacional muestra que cuando los países invierten en educar a su población, a la vez que articulan de forma integral la educación con otros sectores de la sociedad, la probabilidad de dar un salto en desarrollo es mucho más alta”, sentencia.
Pero lograr una mayor inversión probada en I+D+i no es el único desafío que tienen Chile para contar con más capital humano avanzado. La internacionalización también es un punto en el que se debe avanzar.
“Chile debe establecer una plataforma de programas de magíster y doctorado con alcance regional, e instalarse como un referente para la atracción de talentos profesionales para América Latina y el Caribe”, expresa el subsecretario de Educación Superior.
Coincide Ruth Arce, directora de Pedagogía en Educación Media de la Universidad Diego Portales, al señalar que contar con capital humano avanzado para cualquier país no es solamente relevante en términos internos, sino también significa “disponibilizarlo para otras regiones del mundo que puedan requerir justamente de ese proceso”.
A su juicio, Chile tiene mucho que ofrecer con procesos formativos interesantes en muchas universidades, que tienen gran capacidad para gestionar posgrados de calidad que estén a la vanguardia de lo que se requiere en la actualidad.
Desde su experiencia comenta que el nivel de conocimiento que existe en las facultades de Educación del país “nos posiciona en un lugar bien relevante a nivel latinoamericano”.
Otro reto es, para Víctor Orellana, “ampliar la vinculación de nuestros programas con los desafíos del desarrollo humano y productivo del país, y con las necesidades de sus regiones y territorios”.
“El posgrado no solo debe poseer excelencia académica, sino además ser pertinente y relevante de cara a los desafíos del país”, asegura.
En esta dirección, la académica de la UDP añade que es primordial que la generación de nuevo conocimiento debe tener “relación con nuestra idiosincrasia, con nuestro país, con quienes somos, con nuestras características”, sobre todo si la idea de los profesionales desean contribuir al desarrollo de Chile.
“Existen muchas formas de estudiar un posgrado y de repente, una persona podría querer estudiar ir a otro país a cursar un posgrado muy bueno, que tiene características tremendamente interesantes, pero si desea volver a aportar al país, es importante buscar un posgrado que me dé las herramientas necesarias y suficientes para poder implementarlo en un país con nuestra idiosincrasia”, precisa.
Para Diego Cosmelli, en tanto, el reto más importante es la ausencia de “una política integral de formación avanzada que considere no sólo la diversidad de trayectorias profesionales, sino la posterior inserción de quienes se forman a este nivel, en especial el de doctorado”.
A ello se suma, advierte, la casi nula variación en los últimos años en la cantidad de becas de magíster y doctorado que provee el Estado a través de sus programas de capital humano, a la vez que aumentan el número de programas de posgrado acreditados y la matrícula sube consistentemente.
Asimismo apunta a la imperiosa necesidad de buscar mejores mecanismos para promover la inserción de investigadores en el sector industrial y productivo público y privado, en el Estado o en organizaciones de la sociedad civil.
Y atento al auge que está teniendo la tecnología y el avance de la inteligencia artificial, el presidente de la Comisión Asesora de Postgrado del Cruch plantea “la formación de profesionales con habilidades y competencias no solo disciplinares y técnicas, sino también de trabajo en equipo, de espíritu crítico, creatividad y empatía, con una fuerte formación ética que les permita desarrollar investigación íntegra y que puedan enfrentar escenarios complejos donde la calidad y disponibilidad de la información (y la desinformación) puede cambiar radicalmente de un momento a otro”.
*Fuente: El Mercurio
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